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martes, 22 de noviembre de 2011

La lluvia, el viento y el loro

Sábado por la mañana, llueve a cántaros y el viento sopla con rabia, te das cuenta de que se ha acabado la comida de Cotorro , el loro que te regaló tu mujer y repite delante de ella todo lo que tú dices en su ausencia. Aún así, le has cogido cariño al animal.


Tomas el paraguas y te plantas en la calle. Avanzas con el paraguas abierto, sujetándolo con fuerza para que el viento no se lo lleve, pero te lo voltea, lo zarandea violentamente y lo deja inutilizable. Ya estás bastante lejos de tu casa, así que decides no volverte. Te pones la capucha del impermeable y sigues. Buscas una papelera donde depositar el paraguas y te das cuenta de que todas están tiradas en el suelo, inservibles. Durante la noche anterior algunos cafres han estado imitando la coz del burro con ellas. Encuentras una que milagrosamente se mantiene en pie y te deshaces del paraguas. Continuas andando a paso rápido, pisando por sorpresa baldosas antipersonas de esas traidoras que disparan chorros de agua a las tobillos y provocan desagradables escalofríos. Llegas a un paso de cebra y esperas a que pasen varios coches que no te ceden el paso. Durante ese momento que aguantas el chaparrón buscas un adjetivo malsonante con el que calificar a los conductores. Cruzas la calle y al pisar de nuevo la acera algo te hace resbalar y casi caes al suelo. Es una deposición fresca de perro cuyo dueño es más perro todavía. Sales ileso del resbalón y te pones de nuevo en camino. Te detienes en otro paso de peatones con semáforo y las ruedas de una lata en forma de coche tuneado en el que viajan cinco jóvenes futuros sordos, que sorprendentemente lleva las ventanas abiertas y emite a todo volumen una rumba de Los Chunguitos, lanzan a tus pantalones una cresta de agua embarrada que los cambia de color. Llegas a la tienda de animales, compras la comida para el loro y vuelves a casa empapado de agua, con parte de la suela de un zapato impregnada de caca de perro, con los pantalones manchados de barro y sin paraguas. Mientras te secas te dices: "Lo que hay que hacer para que un loro alcahuete no pase hambre".

Este relato es de JUAN Jiménez publicado en La lluvia, el viento y el loro ( El Periódico Extremadura - 21/11/2011 )



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