
miércoles, 8 de enero de 2014
Buda y el cisne
Buda nació hace más de 2.500 años en el norte de la India. Buda era
un príncipe, hijo de un rey muy rico, y su nombre era
Siddartha. Cuando Siddartha nació, su padre envió
a llamar a los sabios y a los sacerdotes para que auguraran el futuro del joven
príncipe.
Uno de ellos dijo que se
convertiría en un gran emperador; otro
dijo que sería un santo. El último dijo que
dejaría su hogar y que se convertiría en un gran maestro indagando en la vejez, la enfermedad y la
muerte. Pero el rey quería que su hijo fuera un gran emperador, no un
monje, ni un maestro; de modo que dio órdenes para que el príncipe creciera sin
conocer nada acerca de la vejez, la enfermedad o la muerte.
Siendo niño, a Siddartha nunca le dejaron salir del palacio
real, de manera que nunca pudo ver a gente
anciana, enferma o desdichada. Incluso
las flores mustias se recogían en los jardines reales, para que el príncipe no las viera. Lo único que conocía del mundo era a su rica familia, a sus
sirvientes del palacio y a los animales que vivían en los jardines del palacio.
El joven príncipe
aprendió a leer y a escribir, a montar a caballo y a disparar el arco. Era muy bueno en todo esto; tan bueno, que
su primo Devadatta tenía envidia de él.

Un día en que Siddartha estaba con su primo en los
jardines de palacio, vieron a un cisne que pasaba volando sobre ellos. Devadatta tomó su arco, apuntó con cuidado
y le disparó una flecha al ave.
—
¡Mira! - dijo
Devadatta-. ¡Le di a la primera!
El
gran pájaro blanco cayó al suelo sangrando. Pero, en cuanto vio caer al cisne, Siddartha corrió hacía él. Le sacó con mucho cuidado la flecha, cortó unas hojas y le
enjugó la sangre; y luego, acunó al ave entre sus brazos, acariciándole las
plumas.
—
¡Aparta las manos de mi cisne! -gritó Devadatta-. ¡No tienes derecho a tocarlo! ¡Es mi cisne! ¡Yo lo abatí!
—
Sí -dijo
Siddartha-. Pero yo estoy intentando salvarlo.
— Eso no es justo -dijo Devadatta-. Es mío. Yo
lo abatí. Debes entregármelo. Si no me lo
das, te llevaré ante el juez.
—
De acuerdo -dijo
el príncipe-. Dejemos que decida el juez.
Devadatta y Siddartha fueron ante el juez de la
corte real del palacio y, mientras esperaban, Siddartha se negó a
separarse del cisne. Lo tuvo con él y lo
acunó entre sus brazos. El juez tendría
que decidir. ¿A quién debería dársele el cisne? ¿A Devadatta, que lo había abatido, o al príncipe, que había
intentado salvarlo?
El juez miró atentamente al cisne, y vio que se
estaba recuperando de su herida. Entonces,
emitió su veredicto. Dado que el cisne estaba vivo gracias a los cuidados del
príncipe, habría que permitirle que lo
conservara. Si, por el contrario, hubiera muerto, Devadatta, que era quien lo había abatido, habría podido
reclamarlo.
Tiempo
después, el cisne se recuperó por completo y el príncipe lo dejó en libertad. Siddartha se preocupó por los animales
durante toda su vida. Nunca mató a ningún ser vivo y dijo a sus seguidores que no dieran muerte a nada que tuviera vida. Ésta fue la primera enseñanza de Buda
.
(Relato
budista)
Fuente: Wikipedia y Cuentos para pensar. Robert River. Edic. Obelisco.
Barcelona. 2005. pgs. 45-48
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2 comentarios :
Una hermosa historia. No la conocía. Me recuerda a una lectura reciente que he disfrutado mucho acerca de la vida de Francisco de Asís. Todo hombre santo, cualquiera sea su creencia, sabe que la divinidad reside en la naturaleza y todas las criaturas que proceden de la divinidad y la encarnan.
Un picotazo de cariño para este loro gris africano de cola roja!
Fer
En un próximo post mencionaré a San Francisco de Asís. Picotazo Fer.
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